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Quince años después del “revolucionario plan” Ceibal, los primeros usuarios relatan su aprendizaje

Foto: El País

«Fue la apertura al mundo”, “sirvió como una nueva forma de integración”, algunas de las frases y experiencias de los estudiantes que se beneficiaron de este proyecto.

Dice el Instituto Nacional de Estadística que Cardal cuenta con 1.200 habitantes. El nomenclátor señala que hay una calle José Pedro Varela, otra 19 de Abril, otra José Enrique Rodó y otra 25 de agosto, como en cualquier localidad uruguaya. Las imágenes satelitales muestran los tendidos eléctricos en desorden, las casas de techos bajos y el pavimento a medio terminar. Hay un cartel en la entrada, que a veces se pinta de blanco con manchan negras, como las vacas holando. Nada hace pensar que en ese pequeño pueblo comenzó una “revolución” -como la definió el Banco Mundial- y que toda una generación de niños, que ahora son jóvenes adulto, quedaría marcada por “un plan”.

El 10 de mayo de 2007 amaneció frío y el cielo despejado en el límite entre Florida y San José, justo donde se encuentra Cardal. Cuando el entonces presidente Tabaré Vázquez entró a la escuela N° 24 del pueblo para repartir las primeras “ceibalitas” -esas computadoras con cuernitos verdes y que desde entonces han evolucionado en nueve modelos diferentes-, el pequeño Germán Arrúa estaba dentro del aula de tercer año conteniendo los nervios. Le habían anunciado que las Xo -las primeras de ese plan para que cada escolar uruguayo tuviese la suya- se repartirían primero a los niños más grandes. Así que debía esperar.

Bien recuerda Arrúa hoy, 15 años después, el momento en que le tocó a su clase. “Había una rutina: llegaba cada compañero con su computadora y todos lo rodeábamos para ver cómo eran”, dice el hoy alumno de Estudios Internacionales.

Esa misma tarde, cuando sonó el timbre que daba por finalizada la jornada lectiva, el pueblo empezó a cambiar. Porque aunque los flashes de la televisión se hubieran apagado y el presidente Vázquez hubiera continuado con su agenda oficial, en el cordón de la vereda de la escuela se improvisó un cibercafé a cielo abierto: es que los niños iban con sus ceibalitas y se conectaban a la red libre que había instalado el Plan Ceibal.

Con el correr de los años “las computadoras y tablets sirvieron a una nueva forma de integración, como puede ser el picadito de fútbol… hablábamos de videojuegos, de programas”, cuenta Arrúa con la voz ya de un hombre adulto, muy distinta a aquella que se hizo pública cuando fue el maestro de ceremonia de los primeros cinco años del Ceibal. “En el Mundial de 2010 salió un juego de fútbol con los nombres cambiados. El Loco Abreu era el Loco Picada. Y el juego de Alejandro Vascolet era un éxito. Todo eso marcó a mi generación”, señala.

Pero no era solo la computadora, aunque en cada aniversario redondo se volvía a aquella imagen de las Xo de cuernitos verdes y el patio escolar de Cardal. Arrúa lo entendió con el tiempo. Compitió en los torneos de robótica, aprendió a programar, aprendió también inglés por videoconferencias, y hasta dudó en qué estudiar gracias a ese “abanico de posibilidades que abrió eso que era más que un plan”, dice el joven que en el bachillerato tuvo una crisis vocacional por seguir Ingeniería, Mecatrónica o Estudios Internacionales.

Cambio

Ceibal también se dio cuenta que era más que un plan. Por eso la semana pasada quitó esa palabra de su nombre y se quedó solo con la referencia al árbol nativo en cuyas letras se resumen “Conectividad Educativa de Informática Básica para el Aprendizaje en Línea” (Ceibal). Y cambió también su histórico el logo.

Rocío Martínez -estudiante de Veterinaria de 22 años- es una de las imágenes que quedó ancladas al viejo concepto de Ceibal. Porque ella es la pequeña rubia de siete años que aparece en la margen izquierda de la foto en que Vázquez entrega las primeras computadoras. Pero incluso con semejante mochila simbólica, admite, 15 años después, que “la computadora fue la apertura al mundo… mucho más que una herramienta”.

Pero, ¿acaso esta joven que vivió en el pueblo en que se festeja el “festival de la leche” no estaba destinada a ser veterinaria con o sin Ceibal? “Puede que sí, pero hoy hasta el trabajo con animales requiere saber de trazabilidad, de programación, de inglés…”, cuenta quien en el liceo aprendió a crear su propia huerta automatizada: un ventilador que generaba viento movía un molino que daba luz y en el experimento hasta el riesgo estaba programado.

También el resto de compañeros suyos que aparecen en la imagen icónica terminaron marcados por esos aprendizajes. Algunos los llevaron a sus carreras académicas y otros a lo cotidiano la vida. Como conlcuye Rocío: “Esto marcó a toda una generación”.

El Ceibal hoy tiene seis plataformas educativas, cinco programas educativos, tres vías de formación docente, publicaciones y capacitación de ciudadanía digital, y tres centros de información estratégica. Al respecto de todo esto, y sobre cómo Uruguay abordó el corte de la presencialidad de clases gracias al Ceibal, fue a conversar el actual presidente del organismo, Leandro Folgar, en un congreso internacional en Londres.

Fuente: El País