Fue un martes para recordar lo qué hacían un grupo de isabelinos el día del golpe de Estado en Uruguay, hace 50 años. El Comité Central del Frente Amplio convocó a algunos veteranos que vivieron esa jornada, para que narraran sus propias experiencias de cómo percibieron la ruptura constitucional en el interior del país.
El conversatorio tuvo por nombre «Experiencias y vivencias a 50 años del golpe», y en él se pudieron escuchar testimonios de la histórica fecha, coincidiendo todos en algo particular: «pusimos la radio y se escuchaban canciones de Los Olimareños y la marcha militar»; el resto te lo contamos a continuación.
Dardo Moyano comenzó los relatos diciendo: «Venía la hora de ir al liceo, pero el día anterior nos habían dicho que no fuéramos; a media mañana estaba sentado en casa y llega una compañera creyendo que nos habían llevado (los militares) a mi y otros más porque había un camión del Ejército en la puerta del liceo; mi mamá se fue a trabajar al almacén y yo me quedé en casa. Después se notó el gran movimiento de vehículos militares que circulaban por la ciudad, por nuestra ubicación, ya que teníamos al Comando, la casa del General, el Batallón y la División; más de mil y pico de militares a la vuelta, que para Paso de los Toros era bastante; éramos una ciudad sitiada».
Otro en dar su testimonio fue Luis Langorta: «Yo estudiaba ciencias económicas en Durazno y viajaba todos los días; ese día había un ambiente extraño dentro del instituto, se notaba algo raro, había mucho movimiento de gente, teníamos un espacio que le decíamos la chacra donde tomábamos la merienda; terminamos las clases a las 20:00 y tomamos el tren en calle Rivera y ya en ese momento había un lote de militares en la calle. Cuando llegamos al Paso, no podíamos bajarnos normalmente, sino que tuvimos que ir al último vagón para descender; eran las 11 de la noche y vía hacia mi casa ya habían militares por todos lados; al día siguiente, la clásica marcha militar, motores y camiones todo el día. Yo creo que todo eso se venia preparando tiempo antes».
El señor Roberto Balserini contó: «Ese día me estaba preparando para salir a trabajar, estaba haciendo mi desayuno, pongo la radio y solo estaba la marcha militar; cambié de estación y todas las emisoras con la marcha militar, Los Olimareños y el comunicado de las Fuerzas Conjuntas. Cuando salí a la calle de madrugada habían unos jeeps con los milicos armados; se notaba un silencio en la ciudad muy particular; vos mirabas a los milicos para saludar y te miraban feo; había miedo en la gente, fueron momentos bravos».
Rosa Pellerey no estaba en Paso de los Toros, vivía en Montevideo, el epicentro de la acción. De esa jornada recuerda: «Yo era estudiante, iba al Liceo Colón, y ese día me levanté temprano para ir al colegio y cuando comienzo a caminar hacia la parada del ómnibus, no había nadie en la calle, mucho silencio; entonces siento desde dentro de unas de las casas por las que pasaba, la marcha militar y dije «el golpe». Tomé el ómnibus y estaba medio vacío, no había gente en la parada; después me di cuenta que no estaban los obreros porque había empezado la huelga general. Cuando llegué al liceo habían asambleas por todas partes; veníamos hace días que no teníamos clases porque hacíamos asambleas.
El CNT decretó el paro, y nosotros teníamos unos volantes que hicimos para repartir en caso de que viniera el golpe. Nos fuimos a la Plaza Colón, la gente no nos agarraba el volante y pasa una mujer que nos dice váyanse. Venían unos vehículos parecidos a los tanques y comenzamos a correr; yo corrí rápido y no me agarraron, pero a mis compañeros los apalearon. Luego estuve horas metida en un cerco de una casa, sola, quietita, y con un miedo atroz. Allí fue el bautismo de la dictadura, a mis compañeros se los llevaron presos, al rato los soltaron».
A su turno, Mario Segovia dijo: «Yo tenía 21 años y estábamos en el Club 25 con unos amigos, en ese entonces todo era política, la sociedad estaba muy politizada; al salir vimos a un compañero que trabajaba de guardia en la usina, cruzamos la vereda para conversar con él, y nos dijo que esa noche iban a dar el golpe. Nos fuimos a la casa, y al día siguiente prendimos la radio y pasaban la marcha. Mi mamá me dijo «los militares dieron el golpe». Treinta días después me fui del país, fueron tiempos muy duros, la gente estaba atemorizada, meses terribles. Me fui a Buenos Aires y al poco tiempo se repitió el golpe en Argentina; yo vivía en la calle Corrientes y la mañana del golpe allá, pasaron los tanques hacia la Casa Rosada, y le dije a mis compañeros «esto ya lo viví en Uruguay y es un golpe».
El último en relatar sus experiencias fue Jorge Villaverde: «Estaba con mi viejo y mi vieja en la casa, ellos estaban discutiendo y mi viejo dijo que había un problema en la casa del vecino; después llegó un camión lleno de milicos, los agarraron y se lo llevaron a mi padre, «subí nomás», le dijeron».
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