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UPM: ¿Cómo se preparó la llegada del vivero a Sarandí del Yí?

Es un sábado de setiembre de 2021 como cualquier otro. Luciana González aprovechó el fin de semana para viajar desde Montevideo a Sarandí del Yí y visitar a su familia y pareja.

Cuando tenía 15 años, Luciana se fue a estudiar a la escuela agraria de Florida y unos años después se mudó a Montevideo para estudiar veterinaria. Durante todo ese tiempo, aprovechó cada oportunidad que tenía para volver a su lugar. Sobre la ruta 6, a pocos kilómetros de la ciudad, Luciana y su pareja pasan caminando y compartiendo un mate frente al sitio de construcción del vivero. Como cada una de las veces que pasan por ese lugar, Luciana repite en voz alta: “yo voy a trabajar ahí”.

“Quería proyectar mi vida en Sarandí del Yí. Buscaba algo que me gustara y me diera estabilidad”.

Luego de más de dos meses de entrevistas, llamados, expectativas y viajes, Luciana comienza a trabajar en el vivero de UPM en Sarandí del Yí: “siento que estoy en el lugar donde quería estar”. Como ella, hoy trabajan más de 120 personas en el vivero, el 60% de ellas son mujeres.

“Hay un alto porcentaje de mujeres, operarias, capataces, supervisoras. Estamos presente en todo el proceso y me enorgullece trabajar en un lugar con igualdad de oportunidades”. – Nadia Cardozo, jefa del vivero

¿Por qué Sarandí del Yí?

La relación entre UPM y Sarandí del Yí surge varios años atrás, cuando una de las oficinas de la empresa estaba en esta localidad. Además, la zona es una región forestal importante para UPM por lo que siempre existió un fuerte vínculo entre la comunidad, referentes locales y la empresa.

Clara Dighiero, responsable de relacionamiento con la comunidad, trabaja hace más de seis años con un grupo de referentes locales donde, juntos, piensan y articulan soluciones para potenciar a la comunidad. “Vemos una localidad con gente muy metedora, muy comprometida, con mucha identidad, y que busca potenciar y aprovechar las oportunidades”.

Del grupo de referentes participan representantes locales de UTU, INAU, CEN.PA.DI. , Instituto Paiva y Fundación San Antonio de Padua.

“Estas personas son fundamentales para articular y son reflejo de una comunidad muy activa. Con ellos surgieron muchas de las capacitaciones que luego Fundación UPM llevó a otros rincones del país, como el Diploma en dificultades de aprendizaje de la Universidad Católica”, comenta Clara.

De este mismo grupo de referentes surgió la inquietud de trabajar en habilidades laborales con mujeres de la zona y prepararse para la llegada del nuevo vivero. Isabel Knappe, trabajadora social del Instituto Paiva, y Daniela Ungo, directora de INAU, con el apoyo de Fundación UPM, diseñaron e implementaron el curso “Forjando encuentros: mujeres en acción”, en el que participaron más de 80 mujeres de la zona.

“Abordamos problemáticas que tienen que ver con una dimensión no tan relacionada al trabajo en sí, más bien a los vínculos, al compromiso y a la sostenibilidad del empleo. El taller estaba dirigido a una población donde el trabajo formal de 8 horas en un mismo lugar es algo que no es tan habitual en nuestro medio», agrega la responsable del taller.

Noelia Ríos, una de las participantes del curso y que hoy trabaja en el vivero, lo describe como “un apoyo para crecer como persona”. Recuerda que fue un momento de aprendizaje y de compañerismo entre las participantes: “Aprendí cosas que no sabía sobre nuestros derechos como personas y trabajadoras, y también de nuestras obligaciones. También tuvimos charlas sobre trabajo en equipo, que hoy en día es esencial en el vivero donde tantas personas compartimos el mismo lugar de trabajo”.

La construcción del vivero

Oportunidades para emprendedores locales

Con la llegada de las primeras empresas constructoras, comenzó a notarse el movimiento en la comunidad. Charlis Román, quien ofrece servicios de maquinaria, fue uno de los primeros emprendedores locales trabajando en la obra.

Como proveedor local, Charlis tuvo la oportunidad de participar en distintas etapas de la construcción y fue de las últimas empresas en irse del sitio. Desde la construcción de zanjas y calles, hasta la parte eléctrica y el final de obra: recolectando escombros, sembrando pasto y terminando el área de estacionamiento.

“La forma de trabajar de UPM y las exigencias me ayudaron a organizar mi empresa y el trabajo. Estábamos acostumbrados a trabajar sin muchos requisitos de seguridad ni capacitaciones. Los cursos que nos dieron nos abrieron la cabeza sobre la importancia de la seguridad y la prevención”.

 

Luego de unos 20 meses de trabajo intenso, Charlis concluye: “Nunca pensé trabajar en la construcción del vivero. No es lo mismo trabajar con UPM que con cualquier otro. Es una empresa seria y muy exigente”.

Oportunidades durante la construcción

Luis Parodi entró a trabajar al vivero con la empresa responsable de armar la estructura donde corren las bandejas de plantines entre los distintos invernaderos y sectores. “Durante mucho tiempo golpeé las puertas de las empresas y no se daba, hasta que un día me llaman”.

Durante los primeros meses, Luis aprovechó para seguir aprendiendo y trabajó de cerca con el encargado de medir los niveles. Ya que las bandejas corren con automatismos sobre los rieles, en este vivero es clave que los niveles estén perfectos. Así, Luis, casi sin buscarlo y por los conocimientos que adquirió, se convirtió en un trabajador clave para la siguiente empresa que necesitó esa información.

“A mí me gusta mucho aprender y me fui metiendo en todo lo que podía. Al final, como el que sabía dónde estaban los puntos de partida para que quedara todo a nivel, era yo, el nuevo capataz me dio la confianza para hacer ese trabajo. Así terminé midiendo los niveles de todo el vivero yo”, recuerda Parodi.

A medida que iba quedando menos trabajo en el vivero, Luis se preguntaba qué iba a pasar después. “Yo ya iba calculando qué iba a hacer después, con la idea de que me iba a tener que ir y buscar alguna cosa fuera de Sarandí del Yí. Hasta que un día un compañero me pide el currículum para trabajar fijo en el vivero”.

Unas semanas más tarde lo llaman para coordinar una entrevista. “Ahí me di cuenta de que era en serio. Yo nunca había tenido una entrevista de trabajo, más que presentarme con algún conocido y preguntarle si no tenía algún trabajo en el que pudiera ayudarlo”. Luis recuerda que, a medida que iba pasando de una entrevista a otra, iba acumulando más nervios. “El día que me llaman para confirmarme, me largué a llorar. Fue una alegría enorme para mí y también por lo que significa para mi familia”.

Preparando la operativa

A medida que la construcción avanzaba, fue necesario empezar a armar los equipos permanentes que trabajarían en el vivero. Los primeros en ingresar fueron Nadia Cardozo, jefa del vivero, y Enzo Fioravanzo, supervisor de vivero. Durante 2021 estuvieron capacitándose, haciendo cursos, y visitando los viveros de UPM en Paysandú. “En ese tiempo UPM nos capacitó con cursos que realizamos tanto con empresas privadas como en la Facultad de Agronomía; aparte del aprendizaje del día a día en las distintas tareas en los viveros ya existentes”, recuerda Nadia. Una vez que Nadia y Enzo finalizaron su proceso de inducción, fue su turno de volcar el conocimiento hacia la comunidad y capacitar a los futuros operarios y operarias del vivero. “Es el primer vivero de este tipo que se instala en la zona, por lo que no había mucha gente que conociera la dinámica de trabajo y el funcionamiento. Por eso generamos un curso formal en el que las personas interesadas pudieran participar y capacitarse”, comenta Nadia.

Capacitación en viveros forestales para 200 personas

Para realizar estos cursos, UPM firmó un convenio con UTU y el Instituto Paiva. La formación estuvo a cargo de UTU, institución que validó y reconoció los conocimientos de los participantes, más allá de la necesidad puntual para el vivero. El Instituto Paiva puso a disposición sus instalaciones para las capacitaciones y UPM instaló un vivero temporal para realizar los talleres en los que se capacitaron 200 personas.

Noelia Ríos llegó a Sarandí del Yí hace más de 11 años con sus dos hijos. Vino buscando trabajo y durante años trabajó como zafral en lo que pudiera encontrar. “Daniela fue la primera persona que me contó sobre el curso ‘Forjando encuentros’ y me invitó a participar. En ese momento estaba sin trabajo y me interesaba hacer todo lo que me pudiera sumar”.

Poco después, Noelia se enteró sobre el nuevo curso de UTU y Paiva, esta vez enfocado en la capacitación como operario de vivero y se anotó. “Cuando empecé había algo que me decía que yo iba a terminar trabajando en el vivero, y hasta lograrlo no iba a parar. Porque me lo merecía, después de haber pasado tanto, una buena me tenía que tocar”, recuerda Noelia.

Luego del curso, postuló a un llamado en Talas del Yí, una de las empresas contratistas que trabaja en el vivero, y quedó seleccionada. “Entré en el primer llamado que se hizo de mi empresa. Valoro mucho que se me haya dado la oportunidad y que hayan confiado en mí ¡Y el aprendizaje, que eso siempre es muy bueno!”.

Para Noelia, esta es una oportunidad que va más allá de las personas que trabajan en el vivero y repercute en todo Sarandí del Yí. “No solo es trabajo para los que estamos en el vivero, también están trabajando otras personas. Hay muchos ejemplos de personas que no entraron a trabajar directamente en el vivero, pero hoy, por ejemplo, hay compañeros que les están pagando para que cuiden a sus hijos mientras trabajan. Es una cadena”.

El vivero hoy

“La expectativa que generó la venida del vivero fue impresionate. Hoy se nota que el vivero ya está funcionando y creo que eso impacta en cada uno de los que estamos acá”, comenta Nadia Cardozo. Y agrega, “no se trata solamente del sueldo y lo que significa tener un trabajo que te da seguridad, también es por lo que aprendes, porque siempre te están empujando a que sepas más, que hagas mejor tu trabajo y lo hagas cómoda”.

Para Nadia esto es algo que motiva a las 120 personas que hoy trabajan directamente en el vivero, y entiende que también es algo que ha quedado instalado en la zona. La llegada de UPM con sus requisitos de seguridad y procesos de cumplimiento “ha impulsado a pequeñas empresas de la zona, carpinteros, herreros, a que formalicen el trabajo y que cumplan todos los requisitos que se necesitan para trabajar acá. Por eso, desde que me enteré que iban a construir este vivero, quería ser parte y ser parte del impacto que iba a generar en Sarandí del Yí”.

 

Fuente: UPM